El Complemento de la Adoración

Apóstol Sergio Enríquez

Guatemala, 20 de diciembre del Año del Reconocimiento

En Mateo 4:10 vemos a Jesús enfrentándose al enemigo y recordando que solamente a Dios se adorará y servirá y de la misma manera podemos ver que el primero que se presentó para ir en contra de Jesús fue el tentador, luego el diablo y finalmente satanás que se ve representado en atrio, lugar santo y lugar santísimo. Cada una de estas facetas tiene una forma para vencer según la palabra de Dios. En el caso de la potestad de Satanás y basándonos en Mateo 4:10 vemos que es adorando y sirviendo solo a Dios, nuestro Señor.

El servicio es un complemento de la adoración y esta adoración no se limita únicamente a cantar como podemos ver en Génesis 22:5 en donde Abraham sube a dar sacrificio el cual es considerado como adoración a Dios por medio de una ofrenda.

Si queremos tener una ministración integral nuestro espíritu debe estar resucitado, nuestra alma debe escuchar la palabra y adorar al Señor y nuestro cuerpo debe servir. Para poder hacerlo debemos utilizar un tiempo para adorar y otro tiempo para servir en orden y de forma correcta pues es una ofrenda que le presentamos al Señor.

En Deuteronomio 6:13 podemos ver que solo a Dios debemos temer, adorar y servir, que debemos aferramos a Él pues separados de El nada podemos hacer (Jn.15:5) y esto comienza con el bautismo en agua y recordando que dé Él depende nuestra vida pues mediante el servicio es como nos ira puliendo como a piedras preciosas pues somos valiosos para El.

El servicio y la adoración son parte de nuestra existencia, de nuestra vida. Por ello debemos darle culto cuando le servimos y debemos hacerlo por toda nuestra vida no por obligación sino por amor pues fuimos creados para hacerlo (Gen.2:5).

Sirvamos a Dios con todo nuestro corazón (1 Sam. 12:24), como un sinónimo de estar en el lugar santísimo, de estar en el huerto del Edén, hagámoslo con alegría y gozo, con deleite pues para esto fuimos creados y diseñados (Gen. 2:15).

Recordemos que nuestro servicio debe ser hacia Dios y no hacia el hombre (Mal. 3:18) y no solo por un momento sino por todos los días de nuestra vida con compromiso y amor, como un privilegio otorgado por Dios para derramar nuestra vida a su servicio.

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