Hombres llenos del Espíritu Santo

Apóstol Raúl Martínez

Guatemala, 22 de noviembre del Año del Reconocimiento

Una de las bendiciones que tenemos es el saber que Dios nos ha hecho templo y morada del Espíritu Santo y cuando vivimos llenos de su Espíritu tenemos ciertas características que lo demuestran. Una de las primeras cosas que podemos ver es que no estamos para servirnos a nosotros mismos, sino que buscamos para otros (1 Pe. 1:12). La tarea de quienes han sido llenos del Espíritu Santo son salir y predicar la palabra de Dios en todos los confines de la tierra.

Muchas veces entendemos y aprendemos la palabra, pero al ver la manifestación de lo que Dios ha dicho que va a derramar nos detenemos por una barrera almática y física, pero debemos tener una visión clara sobre todo lo que hagamos que debe ser únicamente para Dios pues todo lo que hagamos regresa a Dios y cuando El las reúna se las entregara al Padre (1 Co.15).

Anhelamos la llenura del Espíritu Santo como una necesidad y debemos analizar cómo esta nuestro corazón y entendimiento pues debemos aprovechar toda palabra que venga de Dios y necesitamos entender que en donde hay un mover del Espíritu Santo hay milagros en medio del pueblo de Dios y uno de los mayores milagros es el poder admirar nuestro interior para que se produzcan lavamientos de nuestra mente, corazón, ojos, rostro y de donde necesitemos que Dios trabaje en nosotros (2 Co. 3:18).

Al estar llenos del Espíritu Santo el milagro que Dios hace al transformar nuestro interior pues en esta no hay retroceso de la misma manera que una oruga se transforma en mariposa nosotros nos iremos transformando a imagen del Señor Jesús y por esto debemos alistarnos para servir al Señor.

Al ser transformados por medio del derramamiento del Espíritu Santo nos dará entendimiento mayor de Dios en la palabra y al caminar con esa llenura se ira la hipocresía, tendremos rostro descubierto, resplandeciente, mirada santa, oídos puros, boca y lengua ungida como la lengua de Jehová. Es por esto que debemos aprender a sacar lo precioso de lo vil, que debemos lavar nuestros sentidos en el alabastro para ver, escuchar y hablar como Dios lo hace para poder alcanzar la estatura del varón perfecto.

Los hombres llenos del Espíritu Santo solo le temen al Señor, solo se inclinan ante él y solo se ofrecen en sacrificio a Dios y el Señor (2 Re. 17:33-36). Asegurémonos de que Dios está sentado en el trono de nuestro corazón pues este siempre tendrá un dueño y muchas veces podemos tener una batalla interna en nosotros que produzca dualidad o una ley que gobierne nuestros miembros llevándonos a hacer cosas que no deseamos hacer tomando un lugar en nuestro corazón. Pero Dios puede poner convicción en nuestro corazón para amar lo que El ama y aborrecer lo que El aborrece quebrando así esa dualidad y llenando el lugar en nuestro corazón con su Espíritu. 

El Espíritu de Dios nos va guiando constantemente para dejar las cosas que no necesitamos como la idolatría que no siempre puede verse como tal pero que pueden tomar un lugar en nuestro corazón y ponernos en esclavitud, pero por medio de su Espíritu podremos ganar batallas y ver su mano poderosa en medio de nuestra vida. Ya no habrá temor delante de nada más que solo de Dios, se quebrara el poder que hace que nos inclinemos frente a cosas que no le agradan y por medio de la unción de su Espíritu Santo nos ayudara a no doblar rodillas en el tiempo final. 

Dios está escribiendo en nuestra mente y corazón para que nuestra ofrenda y sacrificio sean únicamente para Dios.

El poder y derramamiento del Espíritu Santo nos prepara como vasijas de oro, debemos ser perfeccionados y alcanzar el carácter de Cristo. Como vasijas que no se quiebran, que están delante de la presencia de Dios.

Dios nos da identidad y por medio de su llenura y su unción nos lleva delante de su presencia para que el trono de Dios se llene de su gloria y bendiga la vida de los hijos de Dios. Llenémonos y desbordemos de su presencia pues Él nos ha escogido para poner su gloria, su presencia en nosotros de forma abundante. El Espiritu Santo nos llevara a buscarle primeramente a Él y no a cosas materiales pues estas vendrán por añadidura cuando nosotros busquemos y anhelemos que Dios trabaje y perfeccione nuestra mente y corazón para poder agradarle a Él solamente. 

El derramamiento del Espiritu Santo nos ayuda a alcanzar madurez y nos ha dado de su inteligencia, de su sabiduría para actuar con prudencia y tener el privilegio de servirle por amor y no por obligación, al ser transformado podremos pedir en oración conforme al corazón de Dios y no conforme al nuestro.

Dios nos da vestiduras de amor que es el vínculo de la unidad (Col. 3:14), de la armadura de Dios para pelear contra las tentaciones del enemigo (Ef.  6:11), de armas de luz para desechar las tinieblas y sus obras (Rom.13:12) y esto solo puede hacerse por medio de la llenura del Espiritu Santo. 

Al no servirnos a nosotros mismos servimos de protección para otros (1 Sa. 25:14-16) y nuestro trabajo debe ser el sembrar para servir a nuestras generaciones hasta que Dios derrame su Espiritu Santo para ir con El. Dios cuida nuestra casa y nuestra familia y en algún momento nos pedirá ofrendar lo que más ama nuestro corazón para crecer en El.

Un hombre lleno del Espiritu de Dios se vuelve resistente, es consolado y restaurado en todas las áreas de su vida. Deja de poner su mente en el pasado y pone su vista en el Señor para avanzar.

Pidámosle a Dios ser llenos de su Espiritu para terminar las batallas de nuestra mente y corazón, para quitar las heridas de nuestro corazón y ser transformados a su imagen. Para que podamos reconocerlo día y noche y ser perfeccionados, cuidar nuestras vestiduras desechando todo lo que no provenga de Dios y entender el propósito de su derramamiento. Para que podamos aprender a vestirnos con las vestiduras del reino y así podamos cuidar a otros, que su unción despierte adoradores en Espiritu y verdad pues El en su misericordia nos ha escogido para bendecir y prosperar.

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