En definitiva, es de gran importancia prepararnos para participar de la mesa del Señor. A la luz de la Palabra vemos como el Señor Jesús manda a Pedro y a Juan a preparar la pascua, lo cual representa cómo los ministros le deben dar la importancia a la preparación y ministración de la Santa Cena (Luc. 22:8-9). En ese orden de ideas, así como los ministros preparan la Santa Cena para el pueblo, nosotros debemos prepararnos para recibir las bendiciones y prosperidad que conlleva dicha participación. Por ello, anhelemos tener la revelación de parte del Señor acerca de la Santa Cena para aprender a morir a nosotros mismos (1 Co. 11:23-25). Así también, para prepararnos para la Cena del Señor, debemos estar con nuestro corazón dispuesto a juzgarnos a nosotros mismos para que el Señor siga haciendo su obra en nosotros (Luc. 22:12-13 LBLA). Por otra parte, es importante hacer énfasis que en la víspera de la Pascua se preparaba todo lo relativo a la fiesta; en concreto, se retiraba todo resto de pan fermentado y se sustituía por pan sin levadura, esta levadura hace referencia al pecado y la función esencial de la levadura en la fabricación del pan es provocar que la masa aumente su tamaño, es decir, el pecado hace que el orgullo aumente en nosotros. Por lo tanto, es importante que analicemos nuestro interior para ver si hay orgullo en nosotros y reconocer nuestros errores para luego tomar una actitud de humildad, al habernos juzgado a nosotros mismos y rendirnos ante el Señor, podemos participar de la Santa Cena para que Cristo crezca en nosotros cada vez más y nosotros mengüemos, hasta llegar al punto de ser limpios de todo pecado (1 Co. 5:6-8).